Grupo de personas reunidas junto a monumento del MOIR en homenaje a víctimas de Armero

Noviembre de 1985, 40 año: Dos tragedias que enlutaron a Colombia

Dic 2, 2025 | Especiales

Noviembre de 1985 dejó dos tragedias imborrables en la historia de Colombia.40 años después, aún no hay justicia ni responsables claros.

Dos tragedias ocurridas el mismo mes, una el 6 y el 7 de noviembre y la otra el 13, una semana después, conmovieron al mundo y al país. Y es la hora en que aún no se ha hecho un juicio de responsabilidad a los verdaderos culpables de ambas, ni al M19, porque sus dirigentes se niegan a reconocer su desastroso papel en la toma del Palacio de Justicia, ni al presidente Belisario Betancur, porque se continúa atribuyendo la desaparición de Armero solo al fenómeno natural.

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Que el presidente Petro siga justificando la acción temeraria del M19 como una “genialidad” de la guerrilla constituye una afrenta a la lucha civilizada y democrática de las fuerzas que propugnan un cambio real de la nación.

Al resumir lo sucedido el 6 y el 7 de noviembre, el candidato al Senado por Dignidad y Compromiso, Jorge Enrique Robledo, resaltó, primero: la acción del M-19 fue un acto terrorista, agravado porque sucedió en contra de los más altos magistrados y contra los numerosos empleados. Segundo, los hechos mismos y los análisis señalan que la fuerza pública actuó con exceso de fuerza, conducta ilegal que tampoco debe justificarse. Tercero, a los 40 años de esa masacre, el presidente Gustavo Petro Urrego, por esos días militante del M-19, debe pedirles perdón a los familiares de las víctimas, a la justicia y a todos los colombianos y dejar de embellecer el execrable atentado, que dejó 94 víctimas.

Eduardo Muñetón hablando al micrófono durante acto sobre la tragedia de Armero

Armero

Cuando todavía no se reponía el país de los fatídicos acontecimientos del Palacio de Justicia, sobrevino la otra tragedia que entristeció y llenó aún más de dolor a la nación entera. Fue la avalancha del volcán Arenas del Nevado del Ruiz, el miércoles 13 de noviembre. No fue por primera vez que sucedía el estallido del volcán. Los registros históricos datan de hace siglos, reseñados por Humboldt, que demuestran los ciclos eruptivos conocidos, el uno, el 12 de marzo de 1595, con avalancha sobre Armero, y la última, en 1845, que causó la muerte de mil seiscientas personas.

Esta vez, tampoco hubo ninguna atención del gobierno nacional para evacuar a la población armerita. No solo no se tuvieron en cuenta las investigaciones recopiladas, sino que también se hizo caso omiso de la inminente explosión del cráter Arenas. Fueron muchos los que llamaron la atención e hicieron alertas tempranas de lo que estaba sucediendo en lo más alto del Nevado del Ruiz, y con mucha antelación hubo suficientes signos de la actividad que se estaba evidenciando y del peligro que se cernía para los pobladores cercanos a los ríos que nacen en el Nevado del Ruiz. Pero nada hicieron las autoridades del orden nacional y departamental, encabezados por el presidente de la República, Belisario Betancur, y el gobernador del Tolima, Eduardo Alzate García. No valieron los llamados de geólogos, meteorólogos, periodistas y organismos internacionales.

La catástrofe y la muerte de 25.000 armeritas y 2.700 en Villamaría y Chinchiná, más los miles de heridos y damnificados, dejan en evidencia la magnitud del desastre que estremeció a toda Colombia y conmocionó al mundo entero.

Otra prueba de los signos de alerta que presentaba el fenómeno natural es que un año antes hubo un pequeño deshielo del casquete del glaciar. Se conoció que desprendió algunas rocas e hizo derrumbes en el cañón del río Lagunilla que se acumularon y se atravesaron en la vereda Cirpe, jurisdicción del municipio del Líbano, materiales que formaron una gigantesca represa de enormes proporciones que a la postre terminó siendo un factor multiplicador para que se produjera el más grande desastre natural ocurrido en la historia del país.

Grupo de asistentes reunidos en exterior durante homenaje por tragedia del Nevado del Ruiz

Hemos demostrado que el causante no fue únicamente el fenómeno natural, sino que también en grandes proporciones tuvo responsabilidad la ineptitud, apatía, negligencia e indolencia con la que actuó el gobierno del “Si se puede”. No fueron pocos el clamor y las súplicas que elevaron distintas personalidades pertenecientes a la sociedad de la región, pidiendo acciones inmediatas de ayuda y evacuación de la población ante la grave amenaza. Es conocido el telegrama que enviaron, encabezado por el alcalde Ramón Antonio Rodríguez; el presidente de la Defensa Civil, Ancízar Rivera; el director del Instituto, Carlos Roberto Darwin; el director del museo del municipio; el presidente de la Cruz Roja, Fernando Cervantes; el presidente del Club Rotario, Octavio García, y el personero municipal. En el oficio, el clamor era que el gobierno nacional y el departamental tomaran las medidas necesarias para salvarlos de la inminente tragedia.

El telegrama enviado decía: “Preocupados por la situación del fenómeno natural ocasionado por el volcán Nevado del Ruiz, imprevisible precisar momentos críticos, amenaza población Armerita solo estos momentos. Conlleva aprender próximos peligros como enorme represamiento del río Lagunilla, se formó hace más de 8 meses por invierno que ahora vuelve a repercutir en inminente bomba de tiempo por los problemas volcán Nevado del Ruiz. Alertados por los científicos como lo conoce el gobierno y opinión pública. Razón suficiente hace pedido al gobierno nacional urgente atención para fenómenos río Lagunilla. Posible desastre en la población, siendo hoy de incalculables proporciones por la superpoblación actual de la ciudad. Agradecemos la atención a este SOS de la ciudadanía Armerita.”

Cuatro líderes hablando al micrófono durante homenaje sobre memorias históricas vinculadas a 1985

Para que no se pierda la memoria, es importante recabar otras advertencias reseñadas en una de las crónicas que el periodista Germán Santamaría, del diario El Tiempo, publicara el 24 de noviembre de 1985, en que recuerda las advertencias que les hicieron a las autoridades y que fueron premonitorias de lo que iba a ocurrir. Volvió a recalcar lo dicho por el alcalde Ramón Antonio Rodríguez, quien afirmó: “Es que aquí, a unos 15 km de Armero, se represó hace más de 6 meses el río, y si explota el Nevado del Ruiz, como dicen, entonces Armero va a poner los muertos, porque la avalancha del deshielo rompe la represa y nos destruye a todos.” Señaló que detrás de esas gigantescas rocas y derrumbes se formaba un embalse de aproximadamente 50 metros de ancho, cerca de 900 metros de largo, y no se sabrá jamás cuántos metros de profundidad. Agregó el alcalde que la avalancha de las aguas reventaría la represa, donde se hallaban almacenados aproximadamente un millón de metros cúbicos de agua. El resultado de no haber atendido el clamor y haber actuado con desprecio por la vida de los más de 35.000 habitantes de Armero fue que ocurrió lo advertido sabiamente por el alcalde y demás ciudadanos.

Contra los gobernantes de la época, liderados por Belisario Betancur, el juicio de responsabilidades sigue soslayándose y se recurre al tapen-tapen para mostrar como única causa el fenómeno natural. Al alcalde lo trataron de loco y alarmista. Se burlaban cada vez que llegaban con más alertas y solicitudes de atención. Perdió la batalla, como perdieron la vida 25.000 compatriotas de Armero, y fue destruida la ciudad blanca, que tenía una de las economías más prósperas del norte del Tolima y del Magdalena Medio. Su desarrollo se sustentaba en la agroindustria, en los cultivos de algodón, arroz, maíz, maní y sorgo. Fue un pueblo de importancia impresionante. Francisco Mosquera, en sus certeros análisis, llegó a decir: “Alrededor de Armero giraba la economía regional y buena parte de la del Tolima.”

Asistentes reunidos frente al monumento del MOIR en homenaje ligado a la erupción del volcán

Con estas enseñanzas nos queda es trabajar incansablemente por hacer claridad a las falencias de la nación, para quitarle el ropaje y la careta del falso cambio al que hoy habita como inquilino del Palacio de Nariño, Gustavo Petro, un gobierno que es lo más parecido a los de antes, a los que por décadas le hicieron tanto daño al interés de la nación, a los mismos con las mismas. Un presidente que engaña, pues por la mañana posa de nacionalista y antiimperialista, y por la tarde o en la noche se reúne, concilia y acuerda con los funcionarios y emisarios estadounidenses para continuar mancillando la soberanía y el honor de Colombia. Con su falso y engañoso ambientalismo debilita y marchita la principal empresa estatal, Ecopetrol; se dispone a acabar con las conquistas de los educadores, el FOMAC; permite horadar el suelo colombiano con la presencia de bases gringas en Gorgona, Amazonas y otros lugares de la geografía patria y profundizó el viacrucis de los usuarios y pacientes de la salud, más un largo etcétera de pésimas ejecutorias.

En recuerdo de las víctimas, se demanda a los continuadores de su causa que prestemos nuestros esfuerzos con todo entusiasmo para fortalecer aún más a Dignidad y Compromiso y a la coalición Ahora Colombia, que conduzcan a tener nuevamente en el Senado de la República a Jorge Enrique Robledo y a llevar a la presidencia de la nación a Sergio Fajardo.

Dos apuntes finales: digamos con Francisco Mosquera y con Alfonso Calderón, Sandra White, Luis Eduardo Fuentes, Carmenza Piñeros, Jairo Ramírez y Flor Moreno “que con certeza, continuaremos amando lo que amaron, odiando lo que odiaron, luchando por lo que lucharon. No les decimos adiós, sino hasta siempre. Nadie es más respetable que quien respalda sus ideas con sus actos. No nos preguntamos cuánto nos falta todavía; aprenderemos de nuestros mártires que, si bien no contemplaron el triunfo, lo han hecho factible con su ejemplo”.

Memoria eterna.

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