La guerra comercial entre Canadá y EE. UU. se intensifica con aranceles del 25 % impuestos por Trump. Canadá responde con medidas de represalia y restricciones económicas. Consumidores y empresas enfrentan precios más altos y un comercio más incierto, mientras el conflicto redefine la relación entre ambos países.
Desde cuando el presidente Trump anunció el 4 de marzo que le impondrá a Canadá un arancel del 25 % sobre todos los productos importados, ambos países están en guerra comercial. Trump justificó la decisión argumentando que el gobierno canadiense no ha puesto en práctica medidas eficaces para frenar el paso irregular de migrantes, ni para combatir el tráfico de fentanilo ni para facilitar un mayor acceso al mercado canadiense a los agricultores y bancos estadounidenses.
La medida contra su principal aliado en la región, un hecho sin precedentes, parece ir más allá de cuestiones comerciales o de seguridad. Detrás se esconde un intento deliberado de debilitar la economía canadiense, incluso desafiando las normas del comercio internacional. Con decisiones unilaterales, amenazas y presiones, Trump busca forzar a las empresas canadienses a trasladar sus operaciones y sedes a Estados Unidos. En el fondo, la estrategia responde a su visión de rediseñar el orden mundial en función exclusiva de los intereses estadounidenses, alimentando la idea de anexar Canadá y convertirlo en el estado número 51.
En respuesta, el anterior primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, anunció aranceles de represalia, imponiendo de inmediato un 25 % sobre bienes estadounidenses por un valor de 30 mil millones de dólares y ampliando la medida a productos adicionales por un total de 125 mil millones de dólares en un plazo de 21 días. Sin embargo, Trudeau llevó a cabo negociaciones tras bambalinas con Trump en un intento por lograr la exención de Canadá de los aranceles estadounidenses y poner fin a la guerra comercial.
La réplica le dio resultado. Trump anunció dos días después que eximirá de los aranceles, hasta el 2 de abril, a los productos canadienses cubiertos por el Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México. Al mismo tiempo concedió un plazo de 30 días a la industria automotriz, resultado de la presión ejercida por ejecutivos con fábricas en ambos países. A cambio, Canadá no procederá con la segunda imposición de aranceles a los productos estadounidenses por valor de 125 mil millones de dólares, también hasta el 2 de abril. Pero seguirán vigentes los aranceles del 25 % sobre los productos canadienses no cubiertos por el TLC y del 10 % sobre el petróleo. Nuevas amenazas comerciales podrían intensificar aún más la guerra comercial entre Canadá y Estados Unidos en los próximos días, incluida la imposición de aranceles adicionales sobre el acero y el aluminio canadienses, cuya entrada en vigor está prevista para el 12 de marzo
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Los gobiernos provinciales responden
Apenas dos días después de la entrada en vigor de los aranceles impuestos por Trump, los gobiernos de las provincias canadienses han tomado medidas para proteger a la ciudadanía y aumentar la presión sobre las empresas exportadoras estadounidenses. No solo van a limitar la compra de insumos de origen estadounidense, sino que han puesto también en marcha planes de ayuda económica para las empresas locales afectadas y han lanzado campañas para fomentar el consumo de productos nacionales. Algunas provincias consideran prohibir la participación de empresas estadounidenses en convocatorias públicas o imponer un impuesto del 25 % sobre sus ofertas.
Como represalia, las bebidas alcohólicas estadounidenses desaparecieron por completo de los estantes en Canadá. Los gobiernos de Quebec, Ontario, Columbia Británica, Manitoba, Terranova y Labrador y Yukon retiraron todos los productos de origen estadounidense, tanto de sus tiendas físicas como de sus plataformas en línea.
La provincia de Ontario ha adoptado medidas aún más drásticas. El primer ministro D. Ford anuló un contrato de 100 millones de dólares con Starlink, la empresa de Elon Musk, y comenzará a aplicar un arancel del 25 % sobre la electricidad exportada a Estados Unidos, lo que afectará a 1.5 millones de clientes en Minnesota, Nueva York y Michigan. Si los aranceles estadounidenses se mantienen, Ontario podría suspender por completo sus ventas de electricidad a Estados Unidos a partir de abril e incluso frenar la exportación de níquel, un recurso clave para la industria militar estadounidense.
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El impacto en la canasta familiar canadiense
A pocos días de la entrada en vigor de los aranceles aduaneros, el impacto de la guerra comercial entre Canadá y Estados Unidos ya se hace sentir en las tiendas de comestibles. Sin embargo, un arancel del 25 % no significa que los precios aumenten automáticamente en la misma proporción. ¿Por qué? Porque las empresas, supermercados y minoristas intentarán, en algunos casos, absorber parcialmente los costos. La respuesta puede ser viable a corto plazo, pero si las medidas se prolongan durante meses, la situación se volverá insostenible.
Muchas empresas buscarán proveedores alternativos en Canadá, México o Europa para reemplazar los productos que antes importaban de Estados Unidos. Como resultado, el aumento en los precios al por menor podría ser mucho menor al 25 %. De hecho, según Public Policy Forum, si los aranceles se mantienen por algunos meses, el incremento promedio de los precios será del 4,1 %. Aunque inferior al 25 %, sigue siendo un impacto significativo en un contexto económico ya afectado por una fuerte inflación desde 2022.
Los efectos del aumento en los aranceles no serán inmediatos, pero comenzarán a sentirse primero en los productos básicos disponibles en las tiendas de comestibles. En las próximas semanas, el impacto será aún más evidente, ya que estos comercios no cuentan con grandes inventarios y deben abastecerse regularmente de productos perecederos, muchos de los cuales se importan a diario.
Las frutas y verduras serán los primeros en experimentar un alza de precios. Aunque Canadá cuenta con invernaderos para suplir parte de la demanda, su producción no es suficiente para cubrir todas las necesidades del mercado, especialmente en pleno invierno.
Además, los productos para el cuidado personal también se encarecerán, ya que Estados Unidos es el principal proveedor. Fragancias, maquillaje, champú, crema dental, desodorantes y jabones serán algunos de los artículos cuyo precio aumentará en los próximos días y semanas.
Según la Cámara de Comercio de Canadá, el aumento de aranceles afectaría significativamente a los consumidores. Si tanto las tarifas estadounidenses como las canadienses se mantienen, se estima que, en promedio, los productos básicos de la canasta familiar podrán costar $1.900 dólares canadienses más por persona en un año para los consumidores canadienses, y $1.300 dólares estadounidenses para los de Estados Unidos. Es evidente que, en una guerra comercial, no hay ganadores, o al menos, no los consumidores.
En Canadá, los precios de algunos productos también aumentarán considerablemente. Los vehículos comerciales podrían encarecerse un 11,5 %, las herramientas un 8 %, la comida para mascotas un 7,5 %, los alimentos un 5,5 %, la ropa un 5 % y los muebles un 4,5 %, según los cálculos del economista Trevor Tombe de la Universidad de Calgary.
La respuesta, la defensa de la soberanía
Los canadienses se sienten traicionados por Trump, ya que durante décadas han considerado a Estados Unidos su principal aliado, sin contemplar nunca la posibilidad de dejar de serlo. A lo largo de los años, Canadá ha disfrutado de una relación cómoda con su vecino del sur, que compra casi todo lo que produce el país, con muchas ventajas que permiten exportar e importar sin mayores problemas.
Una vez conocidas las intenciones de Donald Trump, tras su posesión, respecto a los aranceles y su deseo de anexar Canadá a Estados Unidos, todas las fuerzas políticas canadienses, tanto federales como provinciales, rechazaron enfáticamente los chantajes, esgrimiendo como principal argumento la defensa de la soberanía nacional. Es un tema complejo en la política canadiense, que ha desatado diversos conflictos a lo largo de la historia, incluyendo intentos independentistas, como en el caso de Quebec.
Sin embargo, la situación ha dado un giro. La sociedad canadiense comienza a ver la guerra comercial como una oportunidad para reducir la dependencia del comercio con Estados Unidos y transformar el modelo económico, dejando atrás una estructura basada en la exportación de materias primas. Es el momento de avanzar hacia la producción de bienes de mayor valor agregado de segunda, tercera y cuarta transformación y diversificar los mercados para construir un comercio más resiliente e independiente. Para lograrlo, tanto los gobiernos provinciales como el federal deben replantear el enfoque y adoptar una visión más estratégica y autónoma dentro de un mundo multipolar.
La defensa de la soberanía nacional no es solo una cuestión de principios, sino una necesidad crucial para preservar la identidad, la economía y la autodeterminación de Canadá. Protegerla no solo implica resistir presiones externas, sino también fortalecer las instituciones, diversificar la economía y consolidar la identidad cultural para garantizar un futuro autónomo y próspero. Está claro que Canadá no será el estado No. 51 de los Estados Unidos. La historia, la gente y el espíritu de independencia de Canadá son inquebrantables, y es fundamental asegurar que se mantengan intactos frente a cualquier intento de agresión extranjera.