Durante el año 2024, el tema de un presupuesto desfinanciado ha sido pan de cada día. Las advertencias señaladas por distintos expertos económicos fueron tomadas como ataques al gobierno del cambio. Sin embargo, pronto le tocó al ministro de Hacienda reconocer el desfase y anunciar el recorte de 20 billones de pesos, con lo cual se dio por satisfecho. Habría ya dinero suficiente para garantizar su ejecución en 2024.
Faltando un mes y una semana para finalizar el año, nuevamente se prenden las alarmas sobre la situación fiscal deficitaria, que hará imposible terminar bien el año si no se hacen nuevos recortes al presupuesto de la nación. De acuerdo con el Comité Autónomo de la Regla Fiscal, CARF, se necesita recortar en 33 billones de pesos el presupuesto de la nación para poder terminar el año 2024 con el cumplimiento de la regla fiscal, es decir, 13 billones más de lo estipulado inicialmente.
Contumacia
A pesar del desastre dejado por anteriores gobiernos, el presidente Petro siguió aplicando las recetas económicas y fiscales de los organismos internacionales.
La irresponsabilidad del gobierno es permanente. La situación económica heredada de los anteriores gobiernos fue desastrosa, y aun sabiéndolo, Petro siguió aplicando las mismas políticas de anteriores gobiernos que condujeron al desastre. Lo que estaba mal, empeoró, y el gobierno, esgrimiendo su carreta ambientalista y mesiánica de salvación del planeta, dio la orden de impedir que se hiciesen nuevas exploraciones y explotaciones de petróleo, gas y carbón, actividades que generan los ingresos más importantes para el erario. El marchitamiento premeditado de Ecopetrol, el activo más importante del Estado colombiano, llevada hoy a una caída ostensible en sus ganancias y a una baja enorme en el precio de las acciones, junto con los ataques permanentes al empresariado, los acuerdos con el sector financiero para la reactivación económica que no se ve en el escenario nacional, el alza en los precios de los combustibles, todo deja ver un panorama desolador.
Cae el recaudo
Se suma a lo anterior la caída en el recaudo de impuestos por parte de la Dian. Nuevamente los cálculos fallaron. Cualquiera medianamente sabido intuye que si la situación económica no despega, los recaudos tributario se desploman, pues los sectores con registros negativos tributan menos, y la informalidad y el desempleo colocan a la población con menor capacidad de consumo, lo que a su vez hace que caigan las ventas del comercio y haya menos aporte de impuestos. De lógica se rompe el círculo virtuoso de producción-consumo-producción, es del abecé de la economía, lo que al gobierno de Gustavo Petro poco parece importarles. Su preocupación no es la de la mayoría de los colombianos. Él sigue esparciendo el virus de la vida por el universo y hablando carreta sobre el fin del mundo y otras fantasías distractoras, mientras el país se hunde en la quiebra y la pobreza, en el desborde de la corrupción y el clientelismo, en el aumento sin tasa ni medida de la violencia y la inseguridad en campos y ciudades, en la imposición consentida de las políticas de los organismos internacionales que impiden un escenario de desarrollo y progreso. Para muestra un botón, los compromisos del servicio de la deuda se llevan este año la bicoca de 94,5 billones de pesos.
El futuro de Colombia en materia de desarrollo productivo, de creación de riqueza interna y de bienestar de la población es demasiado preocupante. Vamos para el despeñadero.
Nueva reforma tributaria
hoy, empezando por el desfinanciamiento del presupuesto 2025 negado por el Congreso de la República. Igual que el del presente año, el nuevo presupuesto está desfinanciado de salida en 12 billones de pesos, que se piensan obtener mediante una nueva reforma tributaria, a la cual se ha llamado ley de financiamiento. Tal como van las cosas, el recaudo tributario calculado va a tener inevitablemente los mismos o mayores problemas del presente, no hay plata en manos de la gente, no hay reactivación económica, no hay crecimiento del empleo y la actividades empresariales. Es hora de replantear por parte del gobierno el rumbo de la política económica. La realidad es más tozuda que cualquier discurso etéreo y populista. Si seguimos así, vamos para el despeñadero.
Un país que no produzca riquezas, que no garantiza la protección del aparato productivo nacional, que no estimula a los sectores productivos con políticas que ayuden a generar un mediano éxito en su inversión productiva, que no dignifique las condiciones de los trabajadores y proteja el mundo del trabajo, que no crea nuevas fuentes de empleo, es un país que quedará expuesto a los riesgos del mercado por la desigual condición impuesta por los tratados de libre comercio, en especial el de Estados Unidos.