Las siderúrgicas Paz de Río, el Grupo Siderúrgico Reyna GSR, Gerdau DIACO y SIDOC, que cuentan con plantas de producción de gran importancia en el país, han solicitado al gobierno desde noviembre pasado que adopte medidas para proteger la industria ante la competencia desleal de importaciones provenientes de Rusia y China, las cuales ponen en peligro la continuidad de la producción de acero en Colombia.}
En 2023, el consumo de acero en Colombia fue de aproximadamente 65 kilogramos por persona, una cantidad baja si se compara con países desarrollados e incluso con otros de la región. En Brasil, el consumo aparente de acero alcanzó los 110,3 kg por habitante, en México fue de 221,8 kg por habitante, en Estados Unidos llegó a 266,3 kg por habitante y en China alcanzó los 628,3 kg. Aunque en 2021 algunas estimaciones indican que en Colombia se llegó a los 80,5 kg por persona, esta cifra sigue siendo mucho menor que el promedio de América Latina, que fue de 120 kg ese año.
La industria del acero en Colombia, que tiene un desarrollo relativamente reciente, está liderada por cinco siderúrgicas que cubren toda la producción de aceros largos en el país. Estas empresas son Acerías Paz del Río, Gerdau-Diaco, GSR, Sidoc y Ternium, y su producción se dirige principalmente a los sectores de la construcción e infraestructura, abasteciendo la mayor parte del mercado local.
Desde noviembre pasado, las siderúrgicas Paz de Río, el Grupo Siderúrgico Reyna GSR, Gerdau DIACO y SIDOC, que cuentan con plantas importantes en Colombia, han solicitado al gobierno que adopte medidas para proteger la industria ante las importaciones desleales provenientes de Rusia y China, las cuales amenazan la continuidad de la producción nacional de acero.
La industria siderúrgica ha sido clave en el desarrollo del país, generando miles de empleos directos e indirectos, y expandiendo su presencia a 16 departamentos. Además, ha tenido un efecto en otras actividades productivas mediante sus cadenas de valor.
En 2023, la producción mundial de acero alcanzó los 1.890,2 millones de toneladas, con China a la cabeza al producir 1.019,1 millones de toneladas. Estados Unidos generó 80,5 millones de toneladas, Brasil 34,1 millones y México 18,4 millones, de acuerdo con datos de la World Steel Association.
En Colombia, la industria del acero produjo 1,47 millones de toneladas de aceros largos en 2023, una reducción de 45.000 toneladas respecto a 2022. Este descenso está vinculado a la desindustrialización, la suspensión de proyectos de obras públicas y el aumento de las importaciones a precios más bajos, provenientes de China y Rusia —países con los que Colombia no tiene tratados de libre comercio—, así como de México, Chile y Brasil, con los que sí existen acuerdos comerciales.
Durante 2023, los principales proveedores de acero importado por volumen fueron: China con 59.234 toneladas (40%), Rusia con 42.065 toneladas (28%), México con 23.639 toneladas (16%), Brasil con 16.272 toneladas (11%) y Perú con 2.700 toneladas (2%).
Entre enero y abril de 2024, se importaron 71.875 toneladas de estos productos, lo que significó un aumento del 19 % frente al mismo periodo de 2023, cuando se importaron 60.287 toneladas.
En la primera mitad del año, las exportaciones de acero desde China llegaron a 53,4 millones de toneladas, lo que representa un aumento del 24 % en comparación con el mismo periodo de 2023. Gracias a sus economías de escala, subsidios estatales y alta competitividad, China logra ofrecer precios bajos que amenazan la sostenibilidad de la industria siderúrgica en varios países.
En respuesta a esta situación, varios países han incrementado sus aranceles para proteger sus industrias locales. En América Latina, Brasil, Chile y México han adoptado este tipo de medidas, acompañándolas con inversiones sustanciales para fortalecer su producción nacional de acero. Países como India, Vietnam, Turquía y Australia también han seguido esta estrategia.
El consumo y la producción de acero son elementos clave del desarrollo moderno. La industrialización de los últimos dos siglos y el crecimiento de las ciudades no habrían sido posibles sin este material. La cantidad de acero que se utiliza refleja el nivel de desarrollo de un país.
Todo plan de industrialización estaría incompleto sin el respaldo a la producción de acero, petróleo y carbón. La diferencia entre producir localmente e importar es considerable. Si bien las importaciones pueden satisfacer la demanda interna, no generan empleos de la misma forma, e incluso pueden reducirlos. Además, no fortalecen el poder adquisitivo ni favorecen los complejos encadenamientos productivos que benefician tanto a la industria manufacturera como a la construcción.
Desde la década de 1990, Colombia ha experimentado un proceso de desindustrialización ampliamente reconocido. Hace 30 años, la industria representaba el 23 % del PIB; hace una década, alcanzaba el 15 %, y hoy no supera el 13 %.
Aunque la construcción de infraestructura y vivienda avanza de manera casi automática, sigue siendo una actividad sujeta a ciclos, influenciada por finanzas públicas cada vez más débiles y constantemente afectada por la corrupción, el desvío de fondos y el saqueo de recursos públicos.
Colombia ha enfrentado continuamente la entrada de productos subsidiados, fabricados a menores costos o mediante prácticas de dumping. Este problema se mantiene vigente, y aunque existen mecanismos de protección dentro de la OMC, estos se ven envueltos en controversias prolongadas y trámites burocráticos. A pesar de que es necesario recurrir a estos mecanismos, el Estado colombiano debe adoptar una postura firme para fortalecer la industria y proteger el mercado interno.
Ni el plan de desarrollo del actual gobierno, ni el Conpes sobre reindustrialización, ni el plan de reactivación planteado hasta el momento incluyen referencias a la producción de acero o la protección de la industria nacional.
Los discursos de Gustavo Petro suelen estar llenos de referencias a la economía popular, las regiones más alejadas, los subsidios para los sectores vulnerables y la distribución del presupuesto para cubrir déficits, pero la industria manufacturera, que genera la mayor parte del empleo estable y de calidad, continúa siendo dejada de lado.
Desde que comenzó la apertura económica en los años noventa y se profundizaron los tratados de libre comercio, la industria ha estado en una posición desfavorable. En el gobierno de Petro, se percibe una actitud hostil hacia los empresarios, lo que ha resultado en una disminución o paralización de la inversión, sumado a un clima de incertidumbre entre los inversionistas.
La solicitud de medidas de protección a la industria del acero, presentada en noviembre del año pasado, sigue sin respuesta de un comité conformado únicamente por miembros del gobierno, lo que demuestra la falta de voluntad política para resolver temas que otros países han abordado de manera ágil.
Si bien estas medidas son urgentes y necesarias, deben ir acompañadas de una política que promueva el desarrollo científico y tecnológico, cuyo presupuesto ha sido recortado de manera considerable. Asimismo, se deben tomar acciones para restaurar la confianza empresarial, asegurar tanto la inversión pública como privada, reducir los costos de producción que alteran la competencia y combatir de manera efectiva el contrabando.