El gobierno del presidente Trump ha empezado a recibir la respuesta a su política antimigratoria, propuesta-bandera de su campaña electoral. Las manifestaciones iniciadas en Los Ángeles y que se extendieron a todo el país el pasado 14 de junio, con las marchas “No Kings”, auguran ser el principio de acciones de masas más generalizadas a lo largo del territorio norteamericano.
La estigmatización a la comunidad inmigrante
El uso de adjetivos descalificativos, generalizaciones y medias verdades le permitió al candidato Trump recibir el apoyo de los sectores más conservadores, no solo dentro de su partido, sino también de un importante sector de la población norteamericana con una xenofobia profundamente internalizada. Enfocarse en quienes viven en este país en situación irregular, clasificándolos de criminales, narcotraficantes y violadores en una generalización irresponsable, se ha convertido en su caballo de batalla para capturar y deportar inmigrantes que se atreven a criticar sus retardatarias e improvisadas políticas, y a aquellos que valientemente levantaron sus voces pidiendo el fin de la masacre en la Franja de Gaza.
Trump prometió la deportación de todos los inmigrantes indocumentados —unos once millones de personas— garantizando así la disminución del crimen y la inseguridad. Durante las primeras redadas capturó y deportó no solo a indocumentados, sino también a personas bajo protección temporal, en espera de decisiones judiciales. Ha violado el debido proceso al negarles a los detenidos el derecho a enfrentar un juez y recibir sentencia, tal como lo exige la ley. Ha enviado a personas a prisiones en países que no son su lugar de origen, ha separado familias y ha dejado a una gran cantidad de pequeños negocios sin mano de obra barata.
La brutalidad de los operativos, la manera inhumana en que se detiene a madres de familia sin permitirles comunicarse con sus hijos menores de edad, la utilización de personal privado con los rostros cubiertos al servicio de la policía migratoria (ICE, por sus siglas en inglés), y el hecho de que esas redadas estén enfocadas en estados mayoritariamente demócratas y en ciudades santuario que promueven políticas benévolas con esta humilde población, crean una situación de frustración e impotencia. Esto produce enojo, rabia e ira, y da paso a acciones de rechazo como las que estamos viendo en Los Ángeles, en particular, y que apuntan a ser el inicio de manifestaciones más generalizadas en todo el territorio nacional.
No es solo contra los indocumentados
Sin embargo, este gobierno no solo persigue y deporta a indocumentados. Al inicio de su mandato, adelantó una verdadera cacería de brujas para detener y expulsar del país a estudiantes y profesores universitarios que participaron en las masivas marchas en defensa del derecho del pueblo palestino a tener su propio Estado, por el cese del genocidio en la Franja de Gaza, y por la suspensión del apoyo militar, tecnológico, económico y de inteligencia que Estados Unidos brinda al Estado de Israel. Sin ese respaldo, Netanyahu no podría llevar a cabo su política de limpieza étnica contra la comunidad palestina.
La administración Trump exige a las universidades entregar los nombres de estudiantes y profesores involucrados en estas actividades, amenazando con medidas extremas para forzarlas a cumplir sus requerimientos. Los casos de la Universidad de Columbia y la arremetida contra la Universidad de Harvard son ejemplos claros de intromisión, violación de la autonomía universitaria y despotismo. Además, ha instruido a sus embajadores en todo el mundo para que suspendan las entrevistas a estudiantes interesados en universidades estadounidenses hasta verificar que no critican al Estado de Israel en sus redes sociales. También ha prohibido otorgar visas a quienes aspiran a ingresar a Harvard, como medida de represalia contra las directivas universitarias que han desafiado sus exigencias.
Trump emitió una orden ejecutiva que, a partir del 11 de junio de 2025, prohíbe la entrada al país de ciudadanos de once países y restringe el acceso a siete más, bajo el argumento de evitar la entrada de terroristas y delincuentes que pondrían en riesgo la seguridad de Estados Unidos.
En respuesta a esta medida discriminatoria, la representante Rashida Tlaib declaró: “Trump acaba de emitir una prohibición racista e inconstitucional atacando países con poblaciones negras y musulmanas, inspirado en el nacionalismo blanco”, y agregó: “Todos los seres humanos tienen igual valor e iguales derechos, y nosotros continuaremos esforzándonos contra la deshumanización constante de nuestras comunidades”.
Las manifestaciones de Los Ángeles: crece el rechazo a las políticas antimigratorias de Trump
Desde hace varios días, en diferentes localidades de Los Ángeles y en otras ciudades del estado de California, se han iniciado manifestaciones de protesta en las calles exigiendo la suspensión de las redadas, las deportaciones y los abusos de “ICE”. Estas protestas comenzaron de manera espontánea y han ido creciendo en tamaño y combatividad. En general, la policía local ha actuado más para prevenir el caos que para reprimir a los manifestantes.
Aprovechando la situación, el presidente Trump anunció el envío de 2.000 miembros de la Guardia Nacional, que es parte del ejército de este país. Justificó su decisión argumentando que tanto el gobernador de California como la alcaldesa de Los Ángeles “no pueden hacer su trabajo; todos saben que no pueden, entonces el gobierno federal actuará y resolverá el problema de saqueos y disturbios de la manera como deben ser resueltos”.
El gobernador calificó las declaraciones del presidente y la medida del envío de la Guardia Nacional como una provocación. Esto condujo a una confrontación legal en torno a si la decisión del presidente viola la Constitución, al no haber consultado previamente con el gobernador ni con las autoridades locales. Los jueces federales han dado la razón al presidente Trump.
No cabe duda de que el jefe de Estado no vacila en recurrir a la fuerza y la represión, y de que el conflicto puede escalar hacia situaciones aún más peligrosas.
El llamado del gobernador Newsom, de California, para que otros estados se sumen al rechazo de las políticas migratorias del presidente ha sido calificado como un acto de insurrección, dando pie para que Trump invoque la Ley de Insurrección de 1807 (Insurrection Act of 1807), expedida para restaurar el orden en situaciones en las que el desorden civil o la rebelión obstaculicen la aplicación de la ley federal, como sucedió durante el movimiento por los derechos civiles.
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¿Un país polarizado?
A pesar de que el presidente Trump afirma que la intervención militar en Los Ángeles fue ordenada para evitar una guerra civil debido a la supuesta incompetencia del gobernador de California, las manifestaciones en esa ciudad se mantienen y crecen cada día. Se han realizado marchas significativas en más de 150 ciudades, especialmente en los estados de mayoría demócrata. Vale destacar el coraje de quienes se atrevieron a protestar frente a la residencia de Trump en Mar-a-Lago, Florida.
El gobernador de ese estado, Ron DeSantis, ha autorizado a los conductores a arrollar con sus vehículos a manifestantes que bloqueen las vías. Además, los jefes de policía de dos condados han amenazado con matar a quienes se atrevan a lanzar objetos contundentes contra los agentes del orden.
Mientras los gobernadores demócratas insisten en mantener la protesta pacífica, los gobernadores republicanos movilizan al ejército con el propósito de intimidar a quienes quieran salir a marchar.
Protestas “No Kings” sacuden 50 estados
Toda esta situación desembocó en las marchas convocadas por el movimiento 50501 bajo el lema “No Kings”, una consigna que recuerda que en Estados Unidos no gobierna un rey. Las multitudinarias marchas realizadas el 14 de junio tuvieron como objetivo la defensa de la democracia y la oposición a lo que califican como medidas autoritarias de la administración Trump. El movimiento 50501 hace referencia a 50 estados, 50 protestas y un solo movimiento. Las consignas más coreadas rechazaban el autoritarismo, la política de “los billonarios primero” y la militarización de la democracia estadounidense.
Contrasta el entusiasmo y la vitalidad de los participantes en las marchas “No Kings” con el raquítico desfile conmemorativo del 250 aniversario del ejército estadounidense. Casualmente, esta celebración coincidió con el cumpleaños de Donald Trump. En 2017, tras asistir al desfile del 14 de julio en Francia, Trump prometió que Estados Unidos tendría uno “mucho mejor”. En esta ocasión, recordó el “Trooping the Colour”, desfile británico para celebrar el cumpleaños del monarca. El desfile del sábado 14 fue calificado como pobre, decepcionante y excesivamente costoso, ya que el gobierno invirtió aproximadamente 45 millones de dólares. Las gradas y calles permanecieron vacías, mientras que las avenidas de las ciudades donde se realizaban las marchas contra Trump estaban completamente llenas.
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Política antiinmigrante y poder autoritario
El rechazo ya no se dirige únicamente a su política antimigratoria, sino también a la forma autocrática y despótica con la que enfrenta las contradicciones internas: el uso de medidas autoritarias para garantizar el control del gobierno federal en abierta confrontación con los gobiernos estatales que lo critican.
Las órdenes judiciales son ignoradas, los medios de comunicación críticos son puestos bajo “investigación”, y los cargos en agencias federales de justicia y organismos militares son ocupados por seguidores leales del movimiento MAGA (Make America Great Again, consigna de Trump: “Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”). A ello se suma la amenaza del gobierno de declarar un estado de insurrección y hacer uso del ejército.
El movimiento sindical, diversas organizaciones sociales e incluso dirigentes del debilitado Partido Demócrata han anunciado nuevas acciones de protesta en defensa de los derechos civiles y de la democracia.
Estamos presenciando el inicio de una respuesta más organizada frente a las políticas domésticas arbitrarias del gobierno… No sabemos cómo terminará esta situación, pero todo apunta a la gestación de un gran movimiento social en los Estados Unidos.