Cuando se persigue el conocimiento, un resultado adverso no equivale a un fracaso.  Prueba y error es el camino que finalmente conduce a formular leyes que nos expliquen cómo funciona la naturaleza o cómo se dan los fenómenos sociales, según corresponda a la materia de estudio.

El análisis de la evolución de la historia de nuestro país, la valoración de lo alcanzado en desarrollo económico, el balance de las condiciones de vida de nuestra población, su acceso a servicios fundamentales y básicos, muestran claramente a una nación que no ha resuelto retos tan vitales. Colombia se ubica entre los pueblos cuya modernidad escasamente incluye a un 20% de sus moradores, mientras que el otro 80% vive en condiciones precarias, en la lucha diaria por no terminar totalmente marginada, un día atendiendo unas necesidades, al siguiente otras, y al borde de un precipicio que en cualquier momento la puede hundir en la debacle.

¿Que nos ha llevado a esa lamentable condición? ¿Carecemos de los recursos naturales necesarios para procurarnos una producción agropecuaria e industrial propia de las naciones avanzadas? ¿Carece nuestra gente de la capacidad y tenacidad necesarias para atender procesos modernos de producción y administración?

 Ninguna de las anteriores. Por el contrario, nuestra ubicación geográfica en el trópico ofrece múltiples ventajas para adelantar proyectos de producción de alimentos y materias primas de naturaleza vegetal y animal. Al mismo tiempo, nuestro subsuelo nos ofrece minerales que, aunque no cubren la totalidad de las necesidades de la producción tecnológica, son una base para ser transformados en productos con valor agregado indispensables en la producción fabril de vanguardia.

 Los cerca de seis millones de colombianos en el extranjero, expulsados la mayoría por la falta de oportunidades laborales, se destacan en su conjunto por su laboriosidad y calidad en los puestos que ocupan. Es de sobra conocido en el exterior que no carecemos de talento ni persistencia para el trabajo.

 Lo que realmente ha entrabado la posibilidad de construir un territorio próspero, igual a los más notables del planeta, guarda relación con el hecho de tener una dirigencia que renunció a armonizar sus intereses con los del conjunto de la nación, una clase gobernante que ha llevado al país por caminos que convienen a intereses foráneos, no a los nuestros. Lo que se ha enquistado en el poder es una camarilla corrupta y violenta.

 Transformar el país requiere aislar a las extremas que utilizan a los clanes delincuenciales para financiar y organizar sus campañas. Se necesita al mismo tiempo organizar en un solo bloque a los colombianos que aman la patria, que la quieren en la cumbre de las naciones, un país soberano y con oportunidades reales para todos, disfrutando de los beneficios de la ciencia moderna, de salud, educación, disfrute de la vida. Urge unir a la Colombia que de verdad trabaja, a los empresarios que ofrecen empleo digno, a los asalariados, a la gente del campo, en fin, a todos aquellos diferentes a los mismos con las mismas, atrincherados desde hace décadas en el Estado.

El futuro requiere que nuestras instituciones cambien. Necesitamos dirigentes que actúen con responsabilidad, conocimiento y honrando la palabra, aquellos que tengan el valor de no someterse a las únicas dos opciones que ofrece el establecimiento en la actual campaña a la presidencia. De otra manera continuaremos en la curva descendente que nos lleva a la inviabilidad como nación.