La mujer colombiana también debe exigir el desarrollo productivo del país

Mar 8, 2025Mujeres, Temas

Comunicadora y Activista Social
Las mujeres exigimos desarrollo productivo para lograr autonomía, equidad y un papel activo en la sociedad, con empleo digno e inversión en nuestro futuro.

Organizarnos es prioritario para nosotras las mujeres, pues la historia muestra que es necesario el trabajo colectivo para cambiar el rumbo de las cosas que no están bien, como la desigualdad, consecuencia de las malas decisiones económicas. Es por ello que un día como hoy, las mujeres exigimos también el desarrollo productivo del país.

La situación de las colombianas

Para entender la situación del país, basta con mirar las cifras: 5,9 millones de personas sobreviven con menos de $200.000 al mes, según el informe de pobreza monetaria y desigualdad del DNP (2023). Aunque un millón de personas superó la línea de pobreza, que sigue representando una condición de miseria tanto para mujeres como para hombres, la reducción de este indicador favoreció más a los hombres, lo que amplió la brecha de género.

Aproximadamente 2,5 millones de mujeres se encontraban desempleadas en diciembre de 2024 y ni qué decir de la informalidad, que hoy nos venden como “libertad” o una alternativa a los horarios de oficina, pero que a la larga son trabajos de mala calidad, sin derechos laborales como pensión, salud y seguridad social. El 2024, 11.240.000  mujeres estaban en esta situación.

La raquítica economía ha profundizado la pobreza y la desigualdad.

A lo largo del tiempo, la mayor parte del presupuesto nacional se ha destinado a cubrir los gastos de funcionamiento, que representan el 60% del total, seguidos por el pago de la deuda pública y sus intereses y, como resultado, la inversión en proyectos claves como educación, salud y vivienda recibe menos del 20% del presupuesto. Debemos más plata de la que tenemos para gastar.

¿Cómo puede haber un plan encaminado a resolver estas dificultades si no hay recursos?

La causa emancipatoria de la mujer

 Por causa de todo lo anterior, la niña y la mujer colombiana siguen agobiadas por la cosificación y sexualización de su cuerpo, por la doble jornada y las tareas domésticas y de cuidado relegadas a nosotras sin reconocimiento durante la etapa productiva, por la maternidad que ejercemos solas en el 80% de los casos o por el precario acceso a derechos sexuales en la edad reproductiva, cuya política nacional actualizada sigue siendo promesa de campaña. Seguimos agobiadas por la incertidumbre para la vejez; y como lo ha dicho la Universidad de los Andes, solo el 12 por ciento de mujeres en Colombia se pensionan. Y ni hablar de la violencia que atraviesa nuestra existencia desde el nacimiento, con la mutilación genital femenina o los feminicidios, el pan de cada día en este país.

 Es aquí donde las lectoras deben hacerse algunas preguntas, apuntando a resolver que el problema es económico ¿Por qué resulta más rentable para una mujer explotar su cuerpo a costa del daño físico y psicológico que le acarrea? Porque la alternativa para cualquier nivel de estudios es un trabajo de manicurista o en un callcenter, que no representa esta misma seguridad económica. Al fin y al cabo, la incertidumbre es tan alta que nos condena a pensar en el ahora y no en el futuro, no en nosotras como sujetos de derechos, sino como mercancías.

 ¿Por qué hombres extranjeros siguen viniendo a nuestro país a consumir cuerpos de mujeres y niñas a cambio de cosas o unos cuantos pesos?

 Porque nuestro Estado lo sigue permitiendo.

 ¿Por qué una mujer debe poner 7 horas cada día en labores de cuidado adicionales a las de su trabajo remunerado? Porque el actual modelo insiste en atribuirle al amor o a la condición biológica de las mujeres estas responsabilidades, en lugar de apuntar como iniciativa estatal a la inversión en materia de seguridad social, educación, alimentación y aseo, que alivien la carga de los hogares y redistribuyan las tareas entre hombres y mujeres.

 ¿Por qué las mujeres seguimos teniendo enfermedades en el sistema reproductivo sin causa ni cura y métodos anticonceptivos arcaicos? Porque en este país no ha sido prioritario invertir en ciencia e investigación. Es la cartera más baja de todas, así como tampoco ha sido prioritario que el poco desarrollo que hay incluya a las mujeres.

¿Por qué las víctimas de cualquier tipo de violencia basada en género tienden a mantenerse en estos ciclos de violencia?

 Porque en medio de la pobreza, la dependencia económica ante sus maltratadores es la mejor alternativa de subsistencia, pues encontrar un trabajo con el cual sostener un hogar con hijos es mucho más difícil para las mujeres pobres. Nunca es una decisión individual, nunca es su culpa.

 El único medio que nos saca de esta situación es un país rico, capaz de proveer acceso a un trabajo digno que nos garantice recursos suficientes para vivir y para construir nuestros propios proyectos de vida, con acceso a la educación y la ciencia, que investigue todo lo que el país necesita para continuar siendo productivo, que cuide nuestra salud, que garantice entornos seguros, sin violencia, con suficiente inversión para acabar con las desigualdades económicas y que transforme la cultura estructural, ofreciendo a alternativas a la cosificación de nuestros cuerpos.

 Es por todo lo anterior, que las mujeres usamos La Tribuna, en un día como este, Ocho de Marzo, para hacer un llamado a la sociedad en torno a la creación de riqueza. No basta con decretar la “industrialización con justicia social”, hay que ejecutar y ser coherente con tal consigna, pues, el debilitamiento a las empresas nacionales como Ecopetrol, la desindustrialización, el desfinanciamiento a la investigación para la productividad como el caso de Agrosavia, muestran que nos está gobernando una casta empeñada en lo contrario. ¡Las mujeres necesitamos un país con industria nacional y con agricultura próspera!

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