Colombia es uno de los países con más asesinatos de candidatos presidenciales. A raíz del asesinato del precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, son recordados los casos de magnicidios que están en la memoria de la población: En 1948, Jorge Eliécer Gaitán, líder liberal nacionalista y favorito para las elecciones presidenciales, fue asesinado en Bogotá, iniciando “El Bogotazo”, que dejó una ola de violencia política. En 1987 es asesinado el candidato de la Unión Patriótica, Jaime Pardo Leal. En 1989 fue acribillado Luis Carlos Galán Sarmiento, del Nuevo Liberalismo. En 1990 asesinaron a Carlos Pizarro Leongómez en un avión en pleno vuelo. Ese mismo año, Bernardo Jaramillo Ossa, de la Unión Patriótica es asesinado en el aeropuerto El Dorado de Bogotá. Y el 2 de noviembre de 1995, a las afueras de la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá, un individuo armado asesinó a Álvaro Gómez Hurtado.
Esta violencia en contra de los candidatos presidenciales ha tendido un manto de duda sobre la democracia colombiana. Pero, entre ellos hay dos casos que marcan la historia del país: El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, puesto que da dio paso a una ola de violencia entre los partidarios del partidos Liberal y Conservador, de la cual aún quedan los vestigios; y el de Luis Carlos Galán, aprovechado por el capital financiero internacional para ganar las elecciones a través del candidato presidencial designado, Cesar Gaviria Trujillo, para darle “el revolcón” a los colombianos, cambiando todas las estructuras del modelo de desarrollo existente y, con una Asamblea Constituyente que nació violando la Constitución y engañando a la población, imponer los últimos 36 años de neoliberalismo y apertura económica que han arrasado la producción nacional.
En Colombia crece la desaparición de personas
Cada cinco horas un menor desaparece en Colombia. Las cifras oficiales no alcanzan a mostrar el dolor de miles de familias que aún esperan volver a ver a sus seres queridos.
Los colombianos hoy rechazan el asesinato del precandidato Miguel Uribe Turbay, del Centro Democrático, quien falleció el 11 de agosto de 2025 como consecuencia del atentado ocurrido el 7 de junio de este año, y acompañan a su familia y partidarios en su dolor; pero es indiscutible que el vil asesinato y sus honras fúnebres fueron utilizados para mover las fibras de la campaña electoral presidencial, incluso con la injerencia del Gobierno y el Congreso de Estados Unidos. El cubrimiento de los hechos gozó de las garantías que no tienen los miles de líderes sociales asesinados con total impunidad, a los que ni siquiera se les nombra en los grandes medios de comunicación. Esos grandes medios dedicaron días enteros a pregonar el legado neoliberal que propuso el asesinado Miguel Uribe, sin posibilidad de que nadie los controvirtiera en medio del dolor. Adelantaron la campaña y ahora se proponen designar su reemplazo, tal como sucedió cuando Gaviria fue “el elegido”.
Y a los colombianos se les victimiza, pues quedan en medio de dos extremos, derecha e izquierda, que se juntan, comparten el mismo modelo económico neoliberal y obedecen los designios del capital financiero internacional, la banca multilateral y el decálogo de la OCDE, pero se disputan el Poder que les permite incluso unirse en la corrupción. Es de este entrampamiento uribista-petrista del cual se deben sacudir los electores; ambos son más de los mismo. El país debe comprender que la salida está en una tercería que persiga la corrupción, detenga la escalada de violencia, dinamice la economía, fomente la producción nacional, cree empresas, riqueza y empleo digno, y distribuya mejor sus ganancias. ¡Hay esperanzas… Adelante!