Uno que ha visto bastantes contiendas perdidas antes de empezar el segundo tiempo sabe reconocer cuándo un equipo sale a la cancha sin un capitán que lleve la cinta. Y en esta Colombia, que parece jugar siempre en terreno empantanado, con árbitros cuestionados y tribunas divididas entre la esperanza y la desconfianza, se hace urgente encontrar a alguien que lleve la capitanía, señale la ruta y tenga la serenidad de no dejarse expulsar por protestar.
Ese capitán, lo digo sin rodeos, el número 10, es Jorge Enrique Robledo Castillo, quien ahora toma posición en la lista de Ahora Colombia, como quien recoge el balón en medio del entrevero y ordena la jugada con voz firme. Robledo, el mismo que cada vez que abre la boca parece que sacara un cuaderno para explicarnos, con una paciencia casi zen, desentrañando dónde está el error, quién lo cometió y cómo corregirlo, cual profesor que no renuncia a sus estudiantes, aunque llegue un huracán.
El Faro, una guía segura para avanzar.
Y que no se diga que esta campaña no tiene poesía. Porque si de alegorías se trata, esta es la historia de un FARO, FA de Fajardo, rumbo a la Presidencia, RO de Robledo, rumbo al Senado. FA-RO, la luz que se enciende cuando en la casa ya nadie encuentra el camino. No es una metáfora gratuita. Hace rato que este país anda como barco con brújula averiada. Y los navegantes, ustedes, yo, el panadero, la profe, el que vende café en la esquina, llevamos años tratando de diferenciar si lo que se ve a lo lejos es el abismo o un espejismo. Entre noticias que parecen salidas de una comedia absurda y gobiernos que nos prometen cambios, para luego dejarnos mareados, uno agradece que aparezca una luz que no cambie de dirección cada semana o en cada desvelo.
La cosa es sencilla. No estamos con el continuismo del gobierno actual, pero tampoco con aquellos que estuvieron antes, que dejaron al país repleto de remiendos mal cosidos y deudas colectivas que aún estamos pagando.
Ahora Colombia, una coalición decente, no nace para repetir el libreto de los mismos con las mismas, sino para armar un equipo que juegue bonito, que toque el balón sin trampas, que no compre árbitros, que no prometa goles imposibles, pero sí partidos dignos y trabajo en grupo.
Fajardo, la trayectoria de un hombre íntegro.
Y ahí aparece Fajardo, el profe de matemáticas que insiste en que la política no tiene por qué jugarse con politiquería, clientelismo e improvisación. Y Robledo, el maestro de la coherencia, que no se cansa de señalar dónde están los abismos antes de que nos caigamos en ellos. Los dos, cada uno desde su lugar, desde sus coincidencias y sus diferencias, desde su pizarra, llevan años demostrando que todavía hay quienes creen en la decencia, en los argumentos, en la sensatez.
El FARO no es un adorno, es una urgencia.
El 10 en un equipo no solo reparte el juego, sino que inspira, ordena y levanta el ánimo cuando el partido se enreda. Y por eso tiene sentido que Robledo lleve ese número.
No es un diez por azar. Es diez porque juega de la mejor manera, porque en cada debate parece hacer pases perfectos para destrabar el partido, porque asume los partidos difíciles sin esconderse y no cambia de camiseta por conveniencia.
Son dos jugadores que no insultan, que no venden humo, que van al fondo de la argumentación con una serenidad que impacta, como aquella que tuvo Romario en el mundial de USA 94 en la definición de penales entre Brasil e Italia. Y eso, en un país donde la política se volvió una mezcla de reality show con ring de boxeo, es absolutamente necesario, sumado a un programa construido, planificado, como lo hacen los mejores técnicos con los partidos, sin improvisar.
Está escrito, permítaseme el desliz, no busca ahondar en las diferencias. El propósito es invitar a sumar. A reconocer que ya probamos los extremos y que nos dejaron tirados en el césped. Que ya probamos los gobiernos “del cambio” que terminaron enredados. Que ya probamos los salvadores de la patria. Y aquí seguimos, buscando un faro.
Tenemos un FARO para llegar a buen puerto.
Y a falta de uno, tenemos dos. Uno para la Presidencia. Otro para el Senado.
Colombia se merece un equipo que juegue con cabeza fría y corazón caliente. Un equipo donde el diez no sea un adorno sino un coequipero. Y aquí, modestamente, pero con convicción, lo digo, el número 10 está listo para entrar a la cancha.
Y lo mejor de todo, esta vez, hay luz para llegar a buen puerto.
Hay un 10, hay un gran equipo para Senado y Cámara por Ahora Colombia y hay un gran técnico a la presidencia.






